SOY METÁLICO




SOY METÁLICO

SOY METÁLICO
               
“ Gassia mi amó “ dice la negra cubana cuando le devuelvo su camisola roja, con la que antes yo, apretada con la mano, había sembrado un montículo de césped, que posteriormente se convertiría en altar.

Un colega me pasa una pava que fumo y me hace toser y alucinar en blanco, sin prisa por salir de este viaje.

Tengo sed y bebo agua de los aspersores y estoy en un parque de una gran ciudad. La negra cubana aparece y desaparece y bebe una litrona de cerveza recalentada. Está frente a la diosa pagana coronada de hidras en la frente , en la que yo, iniciáticamente, me bañaría desnudo por la noche.

Estoy perdido y ya ligero de equipaje por dejarme robar la bolsa con la que cargaba; mientras pegaba patadas a una piedra, distraídamente, vi como el ladrón se deslizaba camino abajo de la ladera. Mejor no llevar peso, además casi toda la ropa era de invierno y estamos en julio y el calor es seco e intenso.

Sí, estoy perdido en el sentido de que no sé adónde ir, ni que haré hasta que cobre la paga. Y no siento tanto el calor, mi cabeza va a mil y mis piernas, muy ligeras me llevarán según sus órdenes.

En esta ciudad no hay una “ puta fuente “ , así que, pierdo la vergüenza y pido vasos de agua fresca en los bares . Ya es de noche y los perros ladran y yo grito a pulmón abierto: “ LOS PERROS NO LADRAN “, y de repente todos callan al unísono.

Bebo de una fuente de agua estancada y noto como se me hinchan las venas de la cara. Sin duda tengo fiebre. Trato de dormir y el amanecer me regala un nuevo día de libertad.

Ahora me encuentro en otro parque más pequeño y me parece que todos los que corren por él tienen diversidad funcional. Se les ve hacer footing con tesón y todos son iguales y distintos a la vez. Bebo un trago de un tetrabrik, creyendo que era de vino y era gazpacho…,mala suerte.

Sigo a la gente como si me fuesen indicando el camino a seguir para encontrar un lugar que desconozco. Pero trato de que nadie sospeche de mi locura. Bueno, excepto cuando me metí con una chica en su portal, menudo susto nos llevamos los dos y yo más cuando ella me reconoció, mientras paseaba con su pareja; casi me da unas “ hostias “.

Otra noche en la alameda, en mi banco favorito. Un coche patrulla está aparcado frente a mí y hasta para ellos soy invisible. Como bolitas de arroz que me ofrece un voluntario. Y, los perros no ladran. FIN. Roberto,


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