SOY UN MACARRA, SOY UN HORTERA




EL GRITO POR EL PINTOR EDVARD MUNCH

SOY UN MACARRA, SOY UN HORTERA

Estoy en el albergue Municipal de Zaragoza, me quedan diez días para cobrar y buscarme una habitación donde vivir; así que no hay más remedio que esperar, mientras me voy buscando ya algo. 

La vida en un albergue puede ser una experiencia sociológica; gente de muy diversa condición convive bajo un mismo patrón: todos son pobres y cuando digo pobres quiero decir pobres de solemnidad. Está el que intenta vender lo invendible, un rumano con mucha labia que cuando habla de un español con un compatriota suyo, dice: el portugués este. También el que discute consigo mismo, de hecho un alto porcentaje de personas que pululan por aquí tienen algún problema mental. 

El gitano que abronca a otro gitano por dormir boca arriba. Los carrilanos en su peculiar parada y fonda. Hay que explicar que los carrilanos son los que viven en la calle y que de vez en cuando pasan un tiempo en un albergue o se apuntan a las comidas. Está el que recoge las colillas para deshacerlas y liarse cigarrillos y también los que recogen estas mismas colillas con tabaco tres veces reutilizado. 

El que mira en las papeleras. El que echa el día en la sala durmiendo o viendo una peli del Oeste de esas de trece TV.

Todos tienen móvil, aunque sólo sea pare jugar con él y por supuesto a nadie le falta un mechero, en un albergue nadie pide fuego.

Cuando no sesteaba con las pelis me quedaba en el patio a la sombra, absorto por todo lo que oía y veía. Nada fuera de lo corriente, por otro lado. Es el estado en el que estás el que te acerca a los demás. Soy uno cualquiera aquí y, ¿qué podrían decir los demás de mí? No juzgues si no quieres ser juzgado dicen y así es. Yo me pasaba las horas apurando mis cigarrillos de liar que traía de Ocaña, último sitio en el que había estado y que estaban impregnados de chocolate, para no tenerlo que quemar cada vez. Esto es lo que me quedó, un bote de Camel antes de verme otra vez sin un duro en la calle. Si te pedían un cigarro no dabas y ya está.

Alguna mañana iba a pasear por la ciudad, mirando habitaciones como decía. Zaragoza es una ciudad  no tan pequeña y  muy “apañá”, sin embargo mi intención no era la de quedarme a vivir allí por mucho tiempo, sólo un mes para arreglar mis finanzas, (que bien suena lo de finanzas cuando cobras poco más de 800€ al mes). Después me iría a Huesca, seguramente, donde la vida debía ser más barata. 

Desde que salí del hospital, hacía ya dos meses, mi cabeza funcionaba mejor, solo unos pequeños delirios o el recuerdo que  de ellos perduraba y me sentía fuerte para continuar. Una cosa creía tener claro: no iba a volver a Valencia, al menos de momento. Pero la situación dio un vuelco inesperado, conocí a una mujer y empecé a trabar planes con ella. Siempre me pasa lo mismo, veo a una mujer a solas hablándole a una taza de café con leche y me “quedo” con ella, pero con esta no me quedé, escapé por piernas , además como ya he dicho en alguna ocasión la ternura que sentía y siento por mi madre, ahora que ya me encontraba mejor, afloró. Ya había considerado volver a casa con anterioridad, ahora estaba seguro, emprendería una nueva vida en Valencia. No estoy orgulloso de este episodio de mi vida, como tampoco lo estoy de otros: definitivamente soy un macarra y soy un hortera y ya no voy a toda hostia por la carretera. 

FIN. 

Roberto


SOY METÁLICO




SOY METÁLICO

SOY METÁLICO
               
“ Gassia mi amó “ dice la negra cubana cuando le devuelvo su camisola roja, con la que antes yo, apretada con la mano, había sembrado un montículo de césped, que posteriormente se convertiría en altar.

Un colega me pasa una pava que fumo y me hace toser y alucinar en blanco, sin prisa por salir de este viaje.

Tengo sed y bebo agua de los aspersores y estoy en un parque de una gran ciudad. La negra cubana aparece y desaparece y bebe una litrona de cerveza recalentada. Está frente a la diosa pagana coronada de hidras en la frente , en la que yo, iniciáticamente, me bañaría desnudo por la noche.

Estoy perdido y ya ligero de equipaje por dejarme robar la bolsa con la que cargaba; mientras pegaba patadas a una piedra, distraídamente, vi como el ladrón se deslizaba camino abajo de la ladera. Mejor no llevar peso, además casi toda la ropa era de invierno y estamos en julio y el calor es seco e intenso.

Sí, estoy perdido en el sentido de que no sé adónde ir, ni que haré hasta que cobre la paga. Y no siento tanto el calor, mi cabeza va a mil y mis piernas, muy ligeras me llevarán según sus órdenes.

En esta ciudad no hay una “ puta fuente “ , así que, pierdo la vergüenza y pido vasos de agua fresca en los bares . Ya es de noche y los perros ladran y yo grito a pulmón abierto: “ LOS PERROS NO LADRAN “, y de repente todos callan al unísono.

Bebo de una fuente de agua estancada y noto como se me hinchan las venas de la cara. Sin duda tengo fiebre. Trato de dormir y el amanecer me regala un nuevo día de libertad.

Ahora me encuentro en otro parque más pequeño y me parece que todos los que corren por él tienen diversidad funcional. Se les ve hacer footing con tesón y todos son iguales y distintos a la vez. Bebo un trago de un tetrabrik, creyendo que era de vino y era gazpacho…,mala suerte.

Sigo a la gente como si me fuesen indicando el camino a seguir para encontrar un lugar que desconozco. Pero trato de que nadie sospeche de mi locura. Bueno, excepto cuando me metí con una chica en su portal, menudo susto nos llevamos los dos y yo más cuando ella me reconoció, mientras paseaba con su pareja; casi me da unas “ hostias “.

Otra noche en la alameda, en mi banco favorito. Un coche patrulla está aparcado frente a mí y hasta para ellos soy invisible. Como bolitas de arroz que me ofrece un voluntario. Y, los perros no ladran. FIN. Roberto,


EL PINTOR DE ALMAS POR ILDEFONSO FALCONES



LIBRO ILDEFONSO FALCONES LA CATEDRAL DEL MAR

El Pintor de Almas de Idelfonso Falcones


Idelfonso Falcones triunfó con La Catedral del Mar que ha sido llevada a la  televisión y publicada en más de cuarenta países. Mientras escribía El Pintor de Almas comenzó a padecer cáncer, lo que, lejos de hacerlo venirse abajo, le animó a seguir trabajando a pesar de su grave enfermedad.
El Pintor de Almas narra el periplo entre la lucidez y la desgracia de Dalmau Salas, experto ceramista en la Barcelona del Modernismo y diseñador de cerámica para la fábrica de don Manuel Bello. A la vez que el Señor Bello deviene mecenas de su obra pictórica, la droga, en concreto la morfina, irrumpe en la vida de Dalmau a la vez que éste renuncia a sus ideales anarquistas para, una vez finalizada su relación con Emma, inicia una vorágine de destrucción basada en el  puro sexo con la hija mayor de don Manuel, Úrsula.  Dalmau cae en desgracia cuando Úrsula pierde la vida al inyectarse una sobredosis de morfina por cuenta propia.
Emma, anterior pareja de Dalmau, es expulsada de su trabajo en un casa de comidas a raíz de la difusión de unos retratos al desnudo suyos hechos por Dalmau y difundidos por dos trinxeraires (o niños de la calle). A partir de ahí inicia una debacle que acabará con su parcial prostitución a cambio de un trabajo más estable como cocinera en la denominada Casa del Pueblo del partido republicano. Emma tiene que sobrevivir como viuda con su hija Julia en casa de Josefa, la madre de Dalmau, de marcada raigambre anarquista y madre además de Monserrat. Monserrat había sido la mejor amiga de Emma hasta que la policía en una carga contra obreras y ante el estupor e impotencia de Emma pierde la vida.
Tras la semana trágica de Barcelona Emma y Dalmau huyen a París donde Dalmau triunfa como artista. Pero con la proclamación de la Segunda República vuielven a Barcelona a una exposición y triunfa como artista en la Casa del Pueblo.
El Pintor de Almas nos transporta a una época de lucha encarnizada entre la clase obrera, oprimida, y la burguesía emergente que vivía en la opulencia y que detentaba el poder junto con la Iglesia Católica. Una época de clamor obrero y detenciones en masa de obreros y obreras que pugnaban por hacer valer sus derechos como clase trabajadora.

ENCERRADO EN MI HABITACIÓN



                           
ENCERRADO EN MI HABITACIÓN

 Encerrado en mi habitación


Es la hora de ir a comprar, me visto rápidamente, cojo dinero y doy un último vistazo al cuarto; la cuchara, apoyada en la mesita gira sobre si misma 360 grados dejando caer restos de polvo blanco; lo interpreto como una señal; no me conviene consumir más.

El calor en la cama es insoportable, estoy completamente empapado en sudor, me ducho y al refrescarme observo que no tengo salida, que no sé lo que hacer. Así paso tres meses,
ya estoy limpio y a pesar de todo lo que como, que es mucho,continuo adelgazando.

Los últimos días antes de mi partida fueron los peores; las crisis de pánico apenas duraban unos segundos, pero te hacían sentir como muerto en vida. Eso sin hablar de los sueños mesiánicos. Al fin parto el 25 de junio; dejo la habitación, preparo una maleta con la poca ropa que conservo y me dirijo a la estación sin saber a dónde  ir. Elijo Cuenca como destino.

Aquí he de despegar, me digo. Hago turismo,me compro algo de ropa  y me alojo en un hostal que cuelga sobre una pared de piedra. Me apetece consumir, pero he de salir de esto después de tantos años y de tanta recuperación. Voy a por todas; no sé lo que habrá al final del tunel pero voy a atravesarlo aunque sea a ciegas.

Ahora me encuentro en Aranjuez; cuando muera solo quiero oir el concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo como música de fondo, antes de que me convierta en cenizas. Vago por las calles, me pillo unos porros, que me sientan bien.La pregunta es qué voy a hacer; empezaría una nueva vida aquí o en otro sitio y esto me mantiene contento. Hace seis meses que no contacto con la familia, aunque no es la primera vez, ni mucho menos. Decido establecerme en Madrid, pero algo me dice que nada va a cambiar y que ahora que no tomo puedo reemprender un nuevo acercamiento.

 Tras un breve paso por Zaragoza, donde viví una curiosa experiencia que en otro artículo contaré, regreso a casa, alquilo una habitación y empiezo de cero por primera vez en mi vida.

Roberto.


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